La nariz colorada

(...)
Volvió a acercar a su cara el cartón de vino y no pudo tomar un sorbo. Metió la mano al bolsillo y sacó la figurita, vino a su mente la imagen de ese niño, de escaso metro, la naricita roja del frío, sus gestos. Y sobre todo, su mirada. Sin él saberlo había abierto una brecha en la caja de Pandora de un extraño transeúnte sin hogar, que había perdido hasta lo último: la paciencia. Volvió a meter esa figurita en el bolsillo de su abrigo y, cubriéndose con unas hojas que hablaban sobre ofertas navideñas y la modernidad de los juguetes radiactivos, volvió a sentir en su estómago ese vuelco y se durmió…


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