Las manos pequeñas

Volvió a escuchar el disco que tenía empolvado en la repisa. Le encantaba, aunque tras una mala experiencia lo había aborrecido de modo ligero. Una canción como un volcán y algo más dentro de si. Que el surrealismo está servido en bandeja de plata (cual mito de Salomé) es algo tan evidente como que los astros plagan el cielo y que mañana a estas horas seré una transeúnte bajo los efectos de algo que me haga olvidar un poco más. Curada de espanto y paño de lágrimas ajenas planteándose la seriedad con la que se toma los asuntos (de los que ya han hablado centenares de películas), ya sean más o menos importantes. No tratándose de inteligencia, que es algo impreso en cada uno (ciertamente carente en ciertos entes), sino de modos de actuar ante la vida, porque como decía la canción que ya ha adoptado como suya desde hace algún tiempo, ¿por qué esta vez iba a ser diferente?
Son las personas las dispares pero los casos repetitivos, los sentimientos redundantes, las dudas ya se disiparon…Esas cosas se descubren y redescubren cuando se sienta en el rincón de los malos tragos pasados a intentar concentrarse en una pantalla, donde nadie dice nada… Y aunque aborreciendo en cierto modo la teoría de Platón, con cierta parte del estómago que en algún momento creyó tener sentido, todo se desmorona con un soplido, un simple soplido, con la fragilidad de una muñeca de porcelana… Pero la indiferencia es el mal del siglo, no el cáncer, aunque se la coma a la misma velocidad, que casi, casi, duele. Es la indiferencia con la que los domingos de ramos se come paella santa, los viernes extinguidos que servían para decir “te quiero” y que tú no eres ningún visionario…
No, no podemos ser iguales, ni sentirnos especiales, ni que nadie nos trate como tales porque al fin y al cabo estamos ante un puzzle y sólo depende de quién tenga ganas de montarlo, todo es ponerse o, dados al caso, colocarse.
Mientras tanto una voz femenina (que canta) es libre y plaga la calle mientras miles de vecinos se preguntan de dónde surge, se molestan pensando en sus obligaciones matutinas, los niños duermen ante un nuevo día de su recién estrenada (y repetitiva) vida educativa (en la que no les enseñarán ni a querer ni a respetar) y creo que a la observadora, que mira mientras se balancea en su mecedora todo desde fuera, le da igual… Ya lo dije, todo es ponerse, colocarse, o dejarse afectar…
Si el pecado es la locura o la cordura, la verdad o la mentira, el confiar o desconfiar, el escuchar o desoir, el interpretar o malinterpretar, el hacer el amor enamorado o dejarse follar por follar, todos arderán… Antes o después. Con el surrealismo y el disco que ya no está empolvado, sino que ha vuelto a dar vueltas en el pinchadiscos. Sí, quizás ese sea el disco que escuchará mientras arde acusada por un poco de cada cosa, de haber practicado sexo tántrico y de haber escrito mierda sinsentido.
¿Yo?
Sigo teniendo las manos pequeñas y los pulmones quemados a conjunto…

1 comentario:

Cohen dijo...

todo lo que tocas se hace oro, o algo asi...
lo que quiero resaltar es tu genialidad, ya sabes!
unbeso