Menú a la carta

Tal vez ese algo es fruto de muchas casualidades, de las dietas grasientas, de comer crudo. Algo poco común. O tal vez no. Como pedir un segundo plato y reposarte en él sin más intención que de picotear sobre él. Por algo, al segundo plato, se le dio ese nombre debido al orden, el que ni siquiera se puede alterar en otoño, cuando las noches ya no explotan con tanta asiduidad.
Las casualidades temporales que, muy tontamente, rechinan en la sien en forma de dolor de cabeza y de guitarra sucia girando en torno a un altavoz. Sin embargo hay peticiones que no suelen venir en la carta. ¿Cuándo se le ha preguntado a alguien si estaba dispuesto a dejar que le hiciéramos felices? ¿Músico a los 30? ¿Hace una noche muy bonita? ¿Has sacado la basura? ¿Podrías decirme que me quieres? Un te quiero a la carta, imagínate...
Al final, todos nos echamos las manos a la cabeza cuando pedimos la cuenta. Perdemos la cuenta de cuántos segundos platos hemos comido como primeros sin darnos cuenta. O de postre. Perdemos el papel de la cuenta corriente. Olvidamos lo corrientes que resultan algunas cuentas saldadas. Que contar con los dedos, de vez en cuando, no está mal del todo. Que me pesan los ojos cuando vuelvo a caer en las tientas del humo. Que me cuesta reír a partir de la medianoche, que yo también exploto. O que hay platos sin orden. Y muchas, muchas tardes. Y muchos, muchos frutos de esas casualidades. Y más, más postres de los que, tal vez, podamos comer.

2 comentarios:

inma ortiz dijo...

precioso, me encanta.

Coeur'sNoe dijo...

Uff te quieros a la carta... Qué chachi!