Tarde de cuentos


Ahora recuerdo cuando temía los días de viento, a los animales inanimados que iban a tirar la casa al suelo soplando y a colarse por mi ventana. Querían comernos, destrozar los libros, prender fuego a los discos, llevarse a rastras a mi padre y que resonaran los huesos. Me escondía bajo la mesa con la esperanza de que todo pasara, apretaba los ojos con el afán de dormirme y que todo quedara en un mal sueño. Ahora, cuando hace viento, los cuentos me hacen aire en la cara y resurge una infancia a medio abandonar. Sólo me queda taparme los oídos...

1 comentario:

sonia marpez dijo...

Bueno yo todavía me estremezco con el ruido que hace contra las ventanas amenazando con entrar.