1

Y de cómo empezar a contar lo que había pensado pero no sabía cómo. Mi nerviosismo, cuerda desatada por culpa de un desconocido con cara de vicioso, dando vueltas. Da igual, ahora todo lo que tengo en la mente son las fracciones de segundo que hoy me han visto pasar ante ellas, escenas que rehusan caer en lo efímero, algo que decido al pulsar sobre ellas. Un mero instante de luz.
De repente recuerda, enumera. Un hombre zancudo, al menos dos metros (mínimo) de altura, se ríe y les pregunta a los niños si tiene miedo. ¡Claro! Es fácil hablar del miedo cuando se está tan cerca de las nubes, señor zancudo...
Sigue, venga, sigue.
Ah, sí. Ya sé por dónde iba. Una señora sola en una cafetería, terraza. Triste taza de café con leche con sus labios marcados, algún beso que se quedó sin dar, y su mirada a ninguna parte. Perlas en sus orejas, creo que solo la acompaña el lujo de su abrigo. Quién sabe, tal vez sí o tal vez el vagabundo de siempre, el que viaja con su casa a cuestas en un carrito, con todas las escenas que habrá vivido ahí, mirando a la gente pasar con la mano alargada a... ¿a qué?
Fíjate, mientras suena esa orquesta, la de siempre, hace que la calle más transitada deje de ser la más solitaria. Ya no acampan sólo dinero y consumismo, ahora también está ahí Edith Piaf. ¿Estamos en París? No, no, sigo aquí, y ese músico del acordeón sigue tocando solo aunque lo rodea una orquesta invisible. ¿Sabe? Si yo fuera rica lo llevaría a casa y le dejaría tocar "rian de rian" a la hora de desayunar, yo mientras haría fotos de los fosos de luz de mis tazas de café...
Sigue, no te pares, aún te queda un rato y no has parado este travelling emocional en imágenes aparentemente extrañas, desconocidas, un poco yo. Y piensa, piensa un poco más. No, vale ya de pensar, ¡joder!
Todo sería mucho más fácil si existiera una máquina de fotos para realizar panorámicas sentimentales, obviando la luz del tramo que no interesa. Uff, otra vez el sonido de mis oídos falla, se oye de fondo el Carmen, está transitado esta noche. Vuelve la canción, me duelen los dedos de los pies, ojalá estuviera ya en casa.
Anda, ya estoy imaginando de nuevo una conversación que no da lugar. "Mira, es esa casa. Sí, ahí viviría". No es raro, la he fotografiado hasta robarle el alma a sus habitantes. Sí, es una casa triste y melancólica, por eso quería habitarla. Sí, ¡y que salga la luz de dentro por las ventanas!
Y ahora... ¿eso es una armónica sonando en el tren? ¿Quién la está tocando?
Uff, de nuevo uff, muchos desnudos en estos árboles.

4 comentarios:

Clementine dijo...

Bf.. te juro que he vivido cada uno de los momentos/recuerdos que has descrito.
¿Para cuando la segunda parte?
:)

J. G. dijo...

alabanza mejor

James Leer dijo...

He intentado imaginarte sentada en esa terraza y creo que casi te adivino.

inma ortiz dijo...

me ha encantado, gracias por visitarme.