Peonzas

He vuelto a caer en juegos de peonzas sin cuerda, a quedar suspendida en el aire durante unos instantes, a dejar volar lo más grande que tengo, a aventurarme a pensar en cosas inciertas que crean ambientes de ligera felicidad estática durante al menos cinco segundos seguidos. He pecado de colgarme demasiadas veces de telas que no soportaban lo efímero de mi imaginación, he roto una colección de recuerdos que coleccioné durante varios años de mi corta niñez, he vuelto a quedar suspensa en la redundancia y en la búsqueda del arte en zonas demasiado oscuras de mi psique y de varias personalidades ajenas cuando ya no sé qué digo y son los dedos los que mandan, mi cuerpo el que se balancea en la mecedora de cuando apenas levantaba un palmo del suelo y era mi abuelo el que dormía en ella, a soplar en las esquinas para tumbarme en ellas, a darle cuerda al cuco… A querer caer en la responsabilidad, a rehuirla, a asustarme, a de nuevo ser Campanilla presa de sus polvos para volar, si total no tengo nombre, simplemente soy una especie de libertina que intenta echar a volar no sabe dónde, que pasea la última capa de piel de su dedo índice sobre una canción al piano y el hombro del que la recita sin apenas respirar y salvando el aire de no ahogarse, demasiada rejilla, demasiado dadaísmo, demasiados cristales empañados en gafas de vista neo-modernas. De repente he vuelto a algo que me cala demasiado, más que las caladas a un cigarro cascado, sobre y ante todo las preposiciones y el entendimiento de idiomas que desconozco, los números que nunca he pronunciado, las letras que he sido y el número de veces que las he escrito y vomitado por las esquinas que más tarde he soplado para simplemente dejar que el sol nocturno allí me alumbre y salvaguarde mi piel intacta, la que paseo por el canto de las canciones y sobre las que bailo con la punta de los dedos de mis pies. Fíjate en los cubos de basura, fíjate, rebosan todos bajo las calles tenues de París y yo quedo aún demasiado lejos de ellos. Otras personas ya se están rebozando en ellos sin saberlo, es cuestión de mero tiempo que huelan sus miserias y se cansen de intentarlo, una, otra, con la de vueltas que da la vida… Así es, la de vueltas que da la vida…

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