Cosas que no entiendo (Vol. I)

Me ha encantado que las palabras se queden encasilladas en el estómago de ese alguien. Nunca preguntes quién es, no lo hagas, pronto lo olerás. Le he sorprendido cada día desde que me conoce, de modo indirecto, le he tocado las narices, le he hecho cosquillas, le he dejado adivinar un trozo de mi puzzle. Creo que ha hecho que se le queden las palabras en la garganta. Debiera ser eso, o retraso mental.
Debo contarle que siempre me ha encantado pasar de todo. Lo que duele acaba olvidándose, haciendo más grande, aunque midas poco más de un metro sesenta. Se trata de un cortocircuito que va de la máquina que la reproduce, pasa por mis dedos, fugaz por el pensamiento, caduca, se cuelga del cartel de entrada de la nada, se coloca mi ropa, hace teatro, se atavia con una boina de lana, va y viene, es de mentira, es como el invierno en abril…
Todo ha rebotado de vez en cuando con ciertos brotes de envidia, de la que da risita. Me ha encantando saber siempre que no ofende quien quiere, no hace daño quien quiere, no insulta quien quiere. No te quita lo que quieres quien quiere, acaba por hacerte un favor. Y parece no entender que sus palabras están ahí atascadas cuando me mira a los ojos. O no. Soy yo, debe serlo. Al fin y al cabo sólo soy ignorante y conocedora, simplemente utilizo la música como terapia, o como estímulo, yo que sé, yo crezco siempre callada y revolviendo ovillos que muchos miran desde fuera, no quiero dejarles entrar, soy una araña. Un gato. Quizás ha dejado de encantarme no entender por qué las palabras siempre se quedan en el estómago de ese alguien…

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